Un viaje de miedo… pero del bueno
A veces, lo que más miedo da no es lo que ves, sino lo que escuchas o sientes. Alan Wake II no es cualquier jueguito de terror. Es una historia que te agarra del pescuezo y no te suelta hasta que ya andas sudando frío. Remedy se sacó un diez con esta secuela que mezcla lo mejor del thriller, lo psicológico y lo paranormal, todo con ese estilazo medio loco que solo ellos manejan.
Alan y Saga: como el agua y el aceite, pero igual de turbios
La narrativa aquí está al tiro. No ves una sola historia, sino dos que se van entrelazando con maña. Por un lado, Alan sigue atorado en su infierno mental —oscuro, confuso y lleno de cosas bien gachas—. Por el otro, tenemos a Saga, una detective con más agallas que muchos y que se mete de lleno en un caso que huele a muerto desde lejos. Juntas sus historias arman un rompecabezas que te trae todo el tiempo con el Jesús en la boca.
Se ve y se escucha perrísimo
En cuanto al apartado visual y sonoro, no hay ni por dónde quejarse. Se ve de lujo: sombras bien logradas, escenarios que te hacen dudar si estás en un sueño o en una pesadilla, y detalles que hasta te hacen voltear a ver si no hay algo atrás de ti. Y el audio… ¡uf! Escuchar pasos, susurros y truenos con unos buenos audífonos es como meterte directo a una película de terror, pero con el control en la mano.
Cine interactivo a la mexicana
Este juego no es solo para espantarte, también es para clavarte con la historia. Tiene escenas live-action que te sacan de onda pero encajan con todo ese rollo raro que trae Alan. Si te gustan las películas que te hacen pensar, este juego es como ver una de esas… pero jugándola.
Conclusión
Alan Wake II es de esos juegos que no solo se juegan, se sienten. Es un viaje oscuro, pesado, pero lleno de emoción. Ideal para una buena desvelada con las luces apagadas y sin nadie que te esté hablando. Si te laten las historias con twist y el miedo del chido, éste es un obligado.